“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1)

El Evangelio redactado por el discípulo Juan fue escrito en griego y dirigido a la comunidad griega del primer siglo de la era cristiana. El idioma más usado de la época era el griego koiné o común, para Juan significaba que su mensaje llegaría a todo el mundo de aquella época. El Apóstol sabía que los griegos eran una comunidad con tradiciones muy arraigadas y su mensaje debía ser claro para ellos. Ya que este era su propósito, no podía hablarles como un judío. Por ese motivo, el evangelista comienza su mensaje con las palabras que al mundo griego tanto habían interesado, Arjé (αρχη) y Logos (λόγος); principio y palabra, respectivamente.
El Arjé (αρχη) es un concepto fundamental en la filosofía antigua. Los griegos fueron los primeros en preguntarse por el principio que constituye todas las cosas de la naturaleza. Este elemento principal debió dar inicio a todo el universo. Los filósofos presocráticos pensaban que este elemento era físico, para ellos todo era materia pero materia viva; por eso conocemos este antiguo dogma griego como hilozoísmo.
Unos de los primeros hilozoístas fue Heráclito (540 – 480 a. de C.), un filósofo griego que vivió en Éfeso del siglo VI a. de C. (el mismo lugar donde Juan escribió su evangelio). Heráclito murió diez años antes que Sócrates naciera y setecientos años antes que el Evangelio de Juan se escribiera. Él pensaba que el Arjé (αρχη) además de ser materia física y animada, también era una razón de carácter divino que se comparaba con el fuego en su dinamicidad.
“Siendo esta razón eternamente verdadera, nacen los hombres incapaces de comprenderla antes de oírla y después de haberla oído. Pues sucediendo todo según esta razón, se asemejan a los carentes de experiencia, al hacer la experiencia de palabras y obras tales cuales yo voy desarrollándolas, analizando cada cosa según su naturaleza y explicando cómo es en realidad. Pero a los demás hombres se les esconde cuanto hacen despiertos, como olvidan cuanto hacen dormidos” (Fragmento No 2 de Heráclito).
Heráclito afirmaba que el principio originario de todas las cosas era la palabra (logos/λόγος) que tiene la propiedad de ser eterna y cambiante. Pero una y la misma. De tal manera que este filósofo antiguo es reconocido por la expresión “un hombre no se baña en el mismo río dos veces”. Platón retoma de Heráclito esta idea del Logos (λόγος) como el discurso articulado que permite dar razón de una cosa, en este caso de lo que constituye el universo. En otras palabras, la razón primordial (ἀρχής λόγος) de la naturaleza.
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Toda esa incansable búsqueda filosófica de los presocráticos acerca del Arjé (αρχη) o principal elemento constitutivo de la naturaleza la resuelve Juan diciendo que ese Arjé (αρχη) es Cristo. Toda la búsqueda de la razón o Logos (λόγος), el discípulo Juan da respuesta a la filosofía griega diciendo que ese Logos (λόγος) es Dios y ese Dios es Jesucristo. Encaminando la búsqueda de la razón a la búsqueda por la salvación que ofrece Jesucristo en su cruz. La indagación por el principio consigue respuesta en la persona de Jesucristo que es “el Alfa (α [la primera letra del alfabeto griego]) y la Omega (Ω [la última letra del alfabeto griego]), principio y fin,… el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso…” (Apocalipsis 1:8).
ESCRITO POR CARLOS MARIO MORENO
