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La justificación por la fe


Los problemas con los que se enfrenta la Iglesia hoy en día serán solucionados cuando la Iglesia comprenda su estado y lo que ya son en Cristo Jesús. Nuestra Fe debe estar siempre en Jesucristo (Hebreos 12:2a) y muy especialmente en su obra redentora, su muerte en la Cruz del Calvario (Heb 12:2b). La Biblia no nos enseña que debemos poner nuestra fe en un madero, tampoco en la resurrección de Cristo, no nos enseña que debemos poner nuestra fe en la oración o en el ayuno, no nos enseña que pongamos nuestra fe en la lectura de la Biblia. La Biblia si nos enseña que pongamos nuestra fe en Jesucristo y su muerte en la Cruz (1 Corintios 1:17, 18, 23; 2:2; Gálatas 6:14; Efesios 2:15; Colosenses 2:14; etc). Pues fue allí, en la Cruz, donde Él derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados, donde pagó el precio de nuestra salvación, donde venció al diablo, a la carne, y al mundo; no fue en su bautismo, no fue en su nacimiento, no fue por sus milagros. Él no vino a resucitar, pues Él es el dueño de la vida, no fue en su resurrección donde nos compró a precio de sangre. Todo sucedió en su muerte en la Cruz del Calvario.


Cuando una persona pone su fe en Jesucristo y lo que hizo por él en la Cruz, esta persona es cien por ciento justificada. Leamos al Apóstol Pablo en Romanos 5:1, él dice: “Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…”. Si observamos bien nos daremos cuenta que el Apóstol Pablo dice que el único requisito para ser justificados es tener fe y que el resultado de esta justificación, que es por la fe, es paz para con Dios. Es decir; que mi enemistad con Dios desaparece, la barrera, la pared que impedía que me acercara a Dios es quitada cuando soy justificado. De esta manera, soy reconciliado con Dios (2 Co 5:18-21). Pablo dice que la justificación es por la fe, pero ¿Fe en qué? Él nos responde: “que nuestra fe en la sangre de Jesús es la que hace que seamos justificados gratuitamente” (Rom 3:24-25).


Ahora que el creyente es justificado y tiene paz con Dios, está reconciliado con Dios, tiene una relación correcta con Dios, no necesita más nada. Todo lo que el pecador necesitaba era hacer las paces con Dios, ya lo consiguió, ya lo obtuvo por la fe que puso en Cristo. Este Creyente no necesita ninguna otra justificación, no necesita otro sacrificio, ni otra obra que lo una más a Dios, pues él está unido a Cristo y por Cristo tiene una relación perfecta con Dios.


No existe tal cosa como justificación final. Lo que el Creyente necesita es seguir manteniendo esa justicia que Dios le imputó, que Dios le regaló por medio de Cristo y la Biblia dice que este estado de justificación se mantiene por fe (Rom 1:17; Col 2:6).


JUSTIFICACIÓN


La justificación es el acto por el cual Dios declara al pecador justo, sin pecado, sin culpa, puro y santo por medio de Jesucristo. Como ya hemos dicho, para que esto suceda en la vida de alguna persona este debe poner su fe única y exclusivamente en Cristo, es decir; en su muerte expiatoria, en ese momento el perdido es salvado por Dios, sus pecados son todos perdonados y borrados, su posición cambia de pecador perdido a estar sentado con Cristo en lugares celestiales (Ef. 2: 1-10; Filipenses 3:9; Col 1:14; 2:13; Tito 3:5-7). ¡Es Salvo!


JUSTIFICACIÓN INICIAL


Un grupo de personas han comenzado a enseñar que hay dos clases de justificación: la inicial, que es por fe; y la final, que es el producir frutos u obras o morir al pecado. Esto es una total mentira muy grande, ¡un engaño del Viejo Sata!, un ataque del mismo infierno contra la Palabra del Señor. Por esto, me preocupe en hacerles ver, mis lectores, los errores y mentiras de esta doctrina de demonios.


La Biblia no habla sino de una sola justificación y es únicamente por fe en Cristo y su obra en la Cruz, como hemos leído en la Palabra de Dios. En la justificación, el pecador es salvado y obtiene todos los beneficios que mencionamos anteriormente, pregúntese Ud. ¿Qué más puede necesitar esta persona? Una vez que somos salvados por la poderosa mano de Dios, no queremos otra cosa más que vivir para aquel que nos salvó, dedicarle nuestra vida entera a Él.


JUSTIFICACIÓN FINAL (Muertos al pecado)


La muerte al pecado no es algo que nosotros podamos hacer, ni aun siendo creyentes. Pablo dijo que él era “vendido al pecado” (Rom 7:14). Hacernos morir al pecado es una obra de Dios y no va aparte de la justificación sino que en el momento en que somos justificados somos también muertos al pecado por Cristo Jesús (Col 2: 11-13). Les explicaré mejor:


Romanos 5

  1. Hemos sido declarados santo, justos y como si nunca hubiéramos hecho algo malo por la fe que hemos depositado en Cristo, en su muerte en la Cruz. Ahora tenemos una relación correcta con Dios por medio de lo que Jesucristo hizo.

  2. Esta declaración no me la he ganado cumpliendo los mandamientos de Dios, sino que Dios me la dio como regalo por medio de la fe.

  3. Yo era un condenado, culpable por la transgresión de Adán (Rom 5:18). Pero, ahora soy justo por la obediencia de Cristo (Rom 5:19).

  4. Cuando el pecado dominaba completamente mi vida, pues era controlado por la naturaleza pecaminosa, la gracia de Dios abundó en mí (Rom 5: 20,21).

Romanos 6

  1. Cuando era muy pecador, Dios me amó ¿Seguiré pecando para que Dios me ame más? En ninguna manera y aquí está la respuesta: “Porque los que hemos muerto al pecado ¿Cómo viviremos aún en él?” (Rom 6:2). Yo me sentiría con el deber de preguntarle a Pablo: “Pablo, pero ¿Cuándo fue que morimos al pecado?”; Pablo me responderá:

  2. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” (Rom 6:3). Aquí Pablo no se refiere al bautismo en agua; el bautismo en agua no puede salvarme ni mucho menos hacer que muera al pecado.

  3. Ser bautizado en Cristo es ser identificado plenamente con la muerte y la resurrección de Jesús, es creer que cuando Cristo murió en la mente del Padre era yo quien estaba allí y cuando Él resucitó, yo resucité a una nueva vida con Él (Rom 6:4,5).

  4. Cuando fui justificado, cuando puse mi fe en Cristo y creí en su obra redentora, mi vida pasada fue muerta juntamente con Él. Todo lo que era antes de ese momento es muerto y Dios hace de mí una nueva criatura (2 Co 5:17-18), el control que la naturaleza pecaminosa tenía sobre mí es inactivado y es allí donde ya no soy más un esclavo del pecado (Rom 6:6-7). Así es como morimos al pecado, no por una obra que hagamos o porque dijimos: “ya no voy a servir más al pecado”; sino por la obra que Dios hizo en nosotros y por la libertad que Jesús nos dio, todo esto hecho posible por la Cruz.

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