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Señor, sálvanos


“Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8:23-27) [Cf Mat. 6:30; Mat. 8:26; Mat. 14:31; Mat. 16:08].


Cada cosa que hizo el Señor tuvo una magnitud e importancia mucho mayor que el acto realizado. Cada sanación individual, milagro, y acción fue un retrato, de alguna manera, de su misión, que era la salvación del mundo. En este capítulo octavo de Mateo, una serie de grandes milagros se mencionan. La limpieza de un leproso, la curación del siervo del Centurión, la sanación de la madre de Pedro (en ley, pero era la suegra), las expulsiones de espíritus demoníacos y la calma de la tormenta. Todo esto nos muestra la autoridad de Cristo sobre los espíritus, la enfermedad y aun sobre la naturaleza. Esto representa para nosotros la miseria terrible de la humanidad, y el poder de Cristo para librar a la humanidad, y Él es el único que puede ofrecerse.


“Sus discípulos le siguieron”


El versículo 23 dice: “Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron”. Esta declaración no tan simple, es una gran verdad que debemos aprender; cómo ser un verdadero discípulo al seguir a Cristo. Si te fijas, el Señor no dio ninguna instrucción en cuanto a los detalles de por qué o cuál es la razón para subirse al barco, sólo le obedecieron. Cuando el Señor es verdaderamente nuestro líder, Él no siempre nos da información específica. Él sólo dice: “sígueme” y la fe y la confianza responden obedeciendo. Hemos de seguir a Cristo, y no a una denominación. Nos siguen los de la Iglesia que el Señor ha levantado, pero sólo cuando seguimos a Cristo. Si el predicador es verdaderamente seguidor del Señor, entonces los que le siguen son al mismo tiempo, seguidores de Cristo. Sin embargo, si hay alguna desviación de la Palabra de Dios, no hemos de continuar siguiendo lo que no es bíblico.


La tormenta


El versículo 24 nos dice que, “…se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca”. La terminología utilizada implica que esta tormenta fue violenta y se entiende que fue provocada por Satanás para hundir la barca. La pregunta que debe hacerse es, “¿podría haber matado Satanás al Señor?”. La respuesta es ¡NO! Así como Cristo vivió sin pecado, Satanás no tiene ningún poder sobre él.


¿Y los discípulos? ¿podría haberlos matado? Voy a responder en un momento. Esta tormenta fue causada por Satán, pero permitida por el Padre celestial. ¿Por qué? Todo lo que nos pasa es causado por el Señor. Aunque Él nunca nos hace pecar. Por lo tanto, no debemos olvidar que hay un plan y un propósito para nuestras vidas.


El viaje de la vida


El proceso de pasar de un lado del mar a la otra orilla, muestra una imagen del viaje de la vida. Cada uno de nosotros está en un viaje. Este viaje no terminará hasta que nos encontremos en presencia de nuestro Señor. Este viaje no siempre es suave y fácil. A veces habrá tormentas que hay que pasar, tormentas de tal ferocidad que parece que no vamos a lograrlo. Sin embargo, no olvide, si el Señor está en la barca con usted, usted llegará a la otra parte. Así que, Satanás no nos puede matar, si Cristo está con nosotros.


“Señor, sálvanos”


Lo que hicieron los discípulos es lo que todos debemos hacer en momentos de necesidad. En el momento de necesidad invocaron al Señor y eso es lo que tenemos que hacer también. Cualquiera que sea la tormenta en que nos encontramos, la única esperanza que tenemos es Jesucristo. No hay cosa en la vida que se pueda obtener sin la ayuda del Señor. En su angustia clamaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”. Cristo es el único que nos puede salvar en medio de las tormentas de la vida.


¿Cuántas veces buscas la ayuda de los hombres en vez de la del Señor? La ayuda del hombre es limitada, la ayuda de Dios es ilimitada. Si no invocamos a aquel que hemos dicho, pereceremos. La oración más grande que usted puede hacer es el grito simplista de la ayuda. El Señor se complace en ayudar a sus niños. Él quiere ayudarte, así que invócale.


“¿Por qué teméis…?”


Como creyente, realmente no hay razón para temer, sin embargo, va a suceder. No debemos olvidar nunca que somos simples mortales, y a veces las cosas que nos suceden nos sacuden, y tememos. No debería pasar, pero no somos perfectos. Incluso en una condición terrible, el Señor no hizo caso omiso a sus discípulos, sino que les ayudó. No siempre todo está bien, a veces tenemos miedo, a veces nuestra fe no es lo que debería ser, pero gracias a Dios, el Señor no nos echa de la barca. En cambio, reprende a los vientos y a las olas por nosotros. Así que en conclusión, no importa la tormenta que estás pasando, el Señor no le dará la espalda a nuestra petición que es “¡Señor, sálvanos!”.


TRADUCIDO Y EDITADO POR CARLOS MARIO MORENO

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